En EL ASOMBRARIO
Por Javier Morales
A raíz del Premio Nacional de las Letras que acaba de ser concedido a una maestra del relato corto, Cristina Fernández Cubas, nos detenemos en el Área de Descanso de este primer y ventoso domingo de noviembre en tres grandes autores de cuentos, que nos traen maravillas de libros en sus manos: Ernesto Calabuig con ‘Todo tan fugaz’, Eduardo Kahane con ‘El hombre del tiempo’ y Kim Ae-ran con ‘Afuera es verano’.
También la memoria, el paso de los años y la mirada hacia el pasado hilvanan los cuentos de El hombre del tiempo (Olé Libros), del escritor uruguayo Eduardo Kahane, de quien había leído con placer su libro de poemas Los lugares y las sombras, publicado en la misma editorial. 26 historias cosmopolitas, como el autor, un hombre políglota y culto que se ha ganado el sustento como intérprete. ¿Qué es un escritor sino un intérprete de la vida? De la vida propia y de la vida ajena. “Cuando doblas, el secreto de un personaje no está en sus palabras, ni en los gestos, sino en la mirada”, escribe el narrador y protagonista de Dobles.
¿Y qué es lo que define a un autor sino su mirada? Hay tantas como escritores, dice la citada Cristina Fernández Cubas, y la de Eduardo es honesta y compasiva con sus personajes. No los juzga, pero la vida que narran, pues la mayoría están escritos en primera persona, de alguna manera nos interpela también a los lectores. Otro de los méritos de este libro es la prosa rica y tersa de Eduardo, que nos va acompañando por los meandros de sus historias, a veces conmovedoras, otras situadas al borde de un precipicio, y crea atmósferas muy vívidas, que invitan al lector a entrar en ellas y a ser partícipe.
El libro está dividido en dos partes. En la primera, Interferencias de radio, que alude a esas ondas que nos llegan desde el pasado, las historias, a veces casi estampas, con un cierre inconcluso, se centran sobre todo en los años de formación, en la niñez en Montevideo, en esos acontecimientos que nos hacen crecer de pronto y ver el mundo de otra manera: el robo de una bicicleta, el primer deslumbramiento amoroso, la educación y la memoria en una familia judía o lo que supuso la llegada de la radio como centro de reunión. En la segunda parte, El hombre del tiempo, Eduardo se adentra en territorios a veces más hostiles, abismales incluso, propios de la edad adulta, en esas encrucijadas en las que te coloca la vida, ya sea en el amor, la defensa de unos ideales o en cómo mantener la esperanza cuando quiebran los sueños. Los temas que aborda Eduardo van desde la escritura en marcha del relato Un resplandor, la vida bohemia en París, el exilio y la emigración, las cruentas dictaduras del Cono Sur, la memoria del Holocausto, los celos en el amor, el terrorismo o la fragilidad del compromiso personal.
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