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Monstruos cotidianos
En ocasiones, nada nos sorprende más que lo cotidiano. Queda demostrado en este conjunto de relatos donde las relaciones de pareja, los sucesos domésticos o el inconveniente de los parentescos, dan paso a esas inconfesables pasiones, a esos recuerdos, a esas culpas que todos desearíamos quedaran ocultas.
Cristina Gálvez muestra en este volumen una voz diáfana y poco dada a los artificios, donde las historias son siempre lo más importante, con personajes cuya originalidad consiste precisamente en esa normalidad que sus relatos desmienten casi de inmediato, y que ella despliega ante el lector en un tono entre sosegado e irónico. Sus escenas matrimoniales, sus manías inconfesables o sus memorias crueles, terminan resultando familiares para quien se interese en leerlas. Tan familiares como cualquier monstruo cotidiano.
As palabras que move o mar
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El verano ya no está aquí
El verano es un estado de ánimo, al menos para los personajes que transitan por las páginas de estos once relatos. En algún momento quedó fijado en sus sueños como el territorio de todas las posibilidades, esa región fronteriza donde parece que todavía pudieran escapar de la eterna insatisfacción de la vida. Frágiles y soñadores, todos ellos viven anhelando una vida que no tienen, deseando huir de una realidad que los asfixia, dejándose arrastrar por la ensoñación de una plenitud que lo cotidiano les niega.
La persecución del verano se convierte, a lo largo de estas historias, en una sucesión de viajes, a veces deseados, a veces temidos, siempre frustrados en alguna medida. La epifanía aparece tan solo en los gestos más sencillos y en los momentos más insospechados y, cuando lo hace, es un destello efímero del que apenas queda constancia.
Valiéndose de una voz intimista que oscila entre el azul más luminoso y los tonos sepia, la autora nos adentra con magistral sutileza en el territorio de las desilusiones y las expectativas, desde los descubrimientos de la infancia a los desvelos de la vejez, en una sucesión de historias que nos interpelan y nos hacen preguntarnos: ¿Dónde quedó nuestro verano?
SAUDADE
«Saudade» quiere dar eternidad a la luz, esa luz que asoma flotando en la penumbra.
Un proyecto artístico conjunto, donde palabra y pintura se alimentan recíprocamente para transportar al visitante a unas atmósferas que parecen estar fuera de esta realidad y de este tiempo.
El germen del proyecto fueron los relatos de Natacha G. Mendoza al servir de inspiración para la creación de los cuadros. A partir de ellos, Antonio Seijas fue desarrollando en imágenes todo ese mundo propio y a la vez compartido, que nace de su forma de sentir la escritura de la autora canaria.
El hombre del tiempo
Hay un niño que mira, hombres dignos pero sin agallas, parejas en armas, emigrantes sin retorno posible. Hay en París una buhardilla helada pero feliz, y calor en un teatro esperpéntico. En Montevideo hay copas de aguardiente, un viejo boxeador, un hospital y un aparato registrando el sonido del tiempo. En Ginebra acechan basureros pulcros y sábanas salpicadas de sangre. Hay mujeres rotas. También mujeres enteras y enteramente soñadas. Hay niñas que durante la guerra salvan la vida y pierden su infancia en un escondite. Hay palabras en yidis, en francés, en la jerga de los puertos. Y una escritura ligera al rescate de lo inacabado, de lo imperfecto, de lo roto. Un libro que todo lo devuelve limpio, en colores e íntegro, sin ocultar las cicatrices.
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