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Caras extrañas

Tras la toma por asalto la segunda ciudad del país, llamada Salvo, las columnas de guerrilleros sublevados ingresan de modo ingenioso en la pequeña ciudad industrial cercana a la capital, Montenegro. Asaltan el banco, la cárcel, la comisaría…; pero la represión no tarda en responder. Algunos guerrilleros huyen, otros son fusilados… Y es ahí cuando la realidad enloquece: fábula y confabulación, tirios y troyanos, izquierda y derecha se confunden. Saldías, uno de los oficiales torturadores, obedece y luego se enfrenta a Ballantine, agente de la CIA. Años después, recibe constantes amenazas y reclamos por los desaparecidos y vive atribulado por las travesuras de su mascota, un inquieto gato llamado Che Guevara. Entre muchos otros personajes desfilan el Bebe Rosas, la comandante Matilde, el comandante Sergio, un Drácula criollo y Robert Altman. Se escucha la voz inmortal de Gardel.

Cualquier semejanza con la historia reciente en Latinoamérica es mucho más que coincidencia. Los nombres fueron cambiados pero no protegen a los inocentes… ni a los culpables. Los inocentes, por lo general, están muertos y/o desaparecidos. Los culpables quizá no se hayan enterado…

Combinación de sátira, thriller violento y comedia, contada desde el punto de vista de un niño de diez años que hasta el momento de la acción creía vivir en la Suiza de América, Caras extrañas ofrece una visión posmoderna de las refriegas y dictaduras que asolaron el cono sur.

Delirios de un sátiro enajenado

Delirios de un sátiro enajenado. Diez relatos cargados de tensión y sorpresa, que invitan a ver la vida a través de los ojos de la muerte. Una danza macabra escrita con maestría, delirios que nos arrastran a pensar seriamente en la maldad humana, individual y también colectiva, sociología del mal que conduce a escenarios distócicos, improbables pero no imposibles.

Primera entrega de una colección dirige por el autor dedicada exclusivamente a recoger la voz de los mejores cuentistas del momento.

El hombre del tiempo

Hay un niño que mira, hombres dignos pero sin agallas, parejas en armas, emigrantes sin retorno posible. Hay en París una buhardilla helada pero feliz, y calor en un teatro esperpéntico. En Montevideo hay copas de aguardiente, un viejo boxeador, un hospital y un aparato registrando el sonido del tiempo. En Ginebra acechan basureros pulcros y sábanas salpicadas de sangre. Hay mujeres rotas. También mujeres enteras y enteramente soñadas. Hay niñas que durante la guerra salvan la vida y pierden su infancia en un escondite. Hay palabras en yidis, en francés, en la jerga de los puertos. Y una escritura ligera al rescate de lo inacabado, de lo imperfecto, de lo roto. Un libro que todo lo devuelve limpio, en colores e íntegro, sin ocultar las cicatrices.

El libro de la desobediencia

El libro de la desobediencia tiene como escenario un Japón fantástico, milenario, donde la distancia temporal y espacial permiten al autor jugar libremente y construir una historia donde diferentes niveles de lectura son posibles.

Miniki, poeta y hábil guerrera, decide secuestrar y seducir a Tanoshi, la favorita del Emperador, con la ayuda de sus leales discípulas. Un soberano necio y vengativo que pondrá todos los medios para castigar semejante afrenta. Okoshi Oshura, famoso poeta del Imperio (alter ego de un autor que entra y sale de la historia), maestro de armas, insaciable bebedor de sake, mientras escribe por encargo Monstruos naturales de Japón alternará sus más bellos versos con las andanzas de estos personajes, donde la intriga, las luchas, la magia, el erotismo, pero sobre todo, la palabra, tejen una red en la que cada uno mide sus fuerzas.

Courtoisie convierte todos estos elementos en material poético y narra con fluidez una historia en la que invita al lector a saborear las palabras, descubrir su lado, tal vez, oculto hasta la incomodidad. Un texto salpicado de ironía, de intensos contrastes y de una profundidad lírica de la que el lector es expulsado por momentos de forma abrupta para volver dulcemente a disfrutar de su encuentro.

El verano ya no está aquí

El verano es un estado de ánimo, al menos para los personajes que transitan por las páginas de estos once relatos. En algún momento quedó fijado en sus sueños como el territorio de todas las posibilidades, esa región fronteriza donde parece que todavía pudieran escapar de la eterna insatisfacción de la vida. Frágiles y soñadores, todos ellos viven anhelando una vida que no tienen, deseando huir de una realidad que los asfixia, dejándose arrastrar por la ensoñación de una plenitud que lo cotidiano les niega.

La persecución del verano se convierte, a lo largo de estas historias, en una sucesión de viajes, a veces deseados, a veces temidos, siempre frustrados en alguna medida. La epifanía aparece tan solo en los gestos más sencillos y en los momentos más insospechados y, cuando lo hace, es un destello efímero del que apenas queda constancia. 

Valiéndose de una voz intimista que oscila entre el azul más luminoso y los tonos sepia, la autora nos adentra con magistral sutileza en el territorio de las desilusiones y las expectativas, desde los descubrimientos de la infancia a los desvelos de la vejez, en una sucesión de historias que nos interpelan y nos hacen preguntarnos: ¿Dónde quedó nuestro verano?

Historias mínimas

“Historias mínimas” es un conjunto de relatos potentes, que se van hilvanando inteligentemente para formar un todo sin fisuras. Se combinan estilos, narraciones en primera persona con otras en tercera, pensamientos íntimos con historias cotidianas, metaliteratura, y microrrelatos numerados que se van intercalando certeramente entre el resto de prosas, concediendo espacios de respiración muy meditados.

Infierno grande

INFIERNO GRANDE – 10 CUENTOS PUEBLERINOS. (Deletreo, Montevideo, 2021).

En este libro, Daniel Abelenda entrecruza la memoria autobiográfica (tamizada por el tiempo y ficcionada) con el relato policial y hechos de la Historia Reciente del Uruguay. El protagonista-narrador es un joven periodista local, a la vez testigo y curioso investigador de historias de pueblo chico, donde aparentemente «no pasa nada».
Todos los cuentos transcurren en una pequeña ciudad del Departamento de Colonia, en la década de 1970 y comienzos de los 80. Tiempos duros, oscuros…
Sin embargo, Julio Cortázar nos recuerda que: «escribir puede corregir la parte más dolorosa de nuestro pasado.» Es lo que hace David Altman, alter ego del autor: evocar.

Los bares del diablo

Después de haber agotado la primera tirada, por fin llega esta nueva edición, revisada y ampliada, de la obra que supuso el debut literario de Natacha G. Mendoza.

Un libro de relatos extremadamente compacto, con la reconocible y excepcional voz propia de la autora, en el que condensa, apoyándose en su precisa economía de palabras,  atmósferas oníricas y tangibles de noche y dolor, decadencias parpadeantes y mundos tan reales como un espejismo. Nos arrastra por un sinfín de bares, que a la vez son un solo purgatorio, donde el diablo no deja de ofrecernos su mano, y en los que la narrativa de Natacha provoca que juguemos a rozársela con ganas de que nos agarre y  nos consuma en un infierno que, en la mayoría de los casos, portan ya dentro de sí los protagonistas de las historias: almas desnortadas, heridas y vacías, que buscan en la oscuridad, en la tristeza de algunas notas perdidas y en el rojo de los neones, una redención, la materialización de un amor quimérico, o simplemente el fuego impío de algún alcohol derramado en un vaso.

Un libro incomparable e hipnótico de Natacha G. Mendoza, tan único y potente que resulta impropio de una primera obra.

Monstruos cotidianos

En ocasiones, nada nos sorprende más que lo cotidiano. Queda demostrado en este conjunto de relatos donde las relaciones de pareja, los sucesos domésticos o el inconveniente de los parentescos, dan paso a esas inconfesables pasiones, a esos recuerdos, a esas culpas que todos desearíamos quedaran ocultas.

Cristina Gálvez muestra en este volumen una voz diáfana y poco dada a los artificios, donde las historias son siempre lo más importante, con personajes cuya originalidad consiste precisamente en esa normalidad que sus relatos desmienten casi de inmediato, y que ella despliega ante el lector en un tono entre sosegado e irónico. Sus escenas matrimoniales, sus manías inconfesables o sus memorias crueles, terminan resultando familiares para quien se interese en leerlas. Tan familiares como cualquier monstruo cotidiano.

Relatos de provincia

Esta serie de relatos, al igual que su narrativa pretérita, ahonda en vivencias de la infancia y juventud, teniendo como trasfondo la coyuntura política de las décadas del 60 y del 70, con los fenómenos de la guerrilla urbana y la dictadura.

Se reconstruye, además, el entorno pueblerino de la Colonia Valdense y la Nueva Helvecia del momento, donde los avances de la modernidad, con todo, llegaban un poco más rápido que a otros parajes del interior (en el cuento “Sócrates” se menciona que el liceo local era más “progresista y cosmopolita” que los que suele haber en otras ciudades del interior, “en aquellos tiempos de teléfonos negros con manija y operadora para larga distancia.”). En su discurso, apelando a una estrategia escrituraria que se constituye como sello personal, mezcla rasgos semánticos del periodismo, la crónica policial y la novela policial. Las similitudes de lenguaje, tema y ambiente le otorgan marcada unidad a los relatos. También la voz narrativa, que en buena parte de los cuentos se presenta como un periodista/escritor (alter ego fácilmente identificable con el propio Abelenda), contribuye a la homogeneidad, en cuanto a mundo y estilo.

SAUDADE

«Saudade» quiere dar eternidad a la luz, esa luz que asoma flotando en la penumbra.

Un proyecto artístico conjunto, donde palabra y pintura se alimentan recíprocamente para transportar al visitante a unas atmósferas que parecen estar fuera de esta realidad y de este tiempo.

El germen del proyecto fueron los relatos de Natacha G. Mendoza al servir de inspiración para la creación de los cuadros. A partir de ellos, Antonio Seijas fue desarrollando en imágenes todo ese mundo propio y a la vez compartido, que nace de su forma de sentir la escritura de la autora canaria.