Nikolái Gógol nacio en el año 1809 en Soróchintsy lo que hoy sería Ucrania y muere en 1852 a los 42 años en Moscú.
Su familia de baja nobleza, del medio rural condiciona a Gógol, también la influencia cultural de algunos antepasados de la nobleza polaca.
En 1828 con solo 19 años se traslada a San Petersburgo y son en esos años donde conoce a Aleksand Pushink con quien entabla una amistad, es quien lo ayuda y motiva en su carrera de escritor.
También imparte clases de historia medieval.
Gógol es considerado como uno de los máximos exponentes de la literatura rusa del siglo XIX.
Escribe relatos breves como: «La avenida Neuski», «El diario de un loco», «La nariz», «El inspector» publicada en 1836 y es con el relato que se hace conocido como escritor.
«El Capote» fue publicado en 1842 , relato corto que consta de 100 páginas y que fue llevado al cine en 1952 por Alberto Lattuada (guionista, fotógrafo y crítico Italiano).
Es una sátira a la burocracia, esto obliga al autor a emigrar a Roma.
También ha vivido en otros países como Alemania, Suiza, Francia, incluso hizo una peregrinación a Jerusalén impulsado por sus creencias religiosas ortodoxas y al volver abandona la literatura para dedicarse a la religión.
Su obra más importante «Almas Muertas», donde describe la Rusia feudal y fue considerada como la primer novela rusa moderna.
Gógol fue el comienzo de la narrativa realista que continuaron los grandes maestros de la literatura Rusa como: Turguénev, Tolstói, Dostoievski.
Diez días antes de su muerte y al borde de la locura quema lo que sería la segunda parte.
El personaje de «El CAPOTE» es un ser desvalido y asocial pero a su manera es feliz.
Akaki Akavievich es un funcionario del más bajo escalafón que se siente maltratado por el entorno social, por el egoísmo humano.
Ese trabajo anodino y rutinario al que se dedica por completo hace que se olvide o mejor dicho que no le preste atención a su misera vida.
Gógol nos muestra lo patético de una forma casi insuperable con este personaje que va a ser influyente en Kafka con Gregorio Samsa y Herman Melville con Bartleby.
Lo común de estos personajes es que nos hacen sentir empatía con su figura de perdedores, de inadaptados, hombres totalmente insignificantes.
La historia cambia cuando Akaki se da cuenta de que su viejo capote está roto y es lo único que tiene para protegerse del frío, no tiene arreglo, por lo cual buscar un abrigo nuevo pasa a ser su mayor objetivo.
Akaki le encarga a su sastre El Capote, su capote, lo que metafóricamente hace que ascienda en sociedad para luego volver a caer. El abrigo es todo un símbolo, es una buena razón para vivir.
Lo irónico es que El capote viejo y roto lo protegía del frío mientras que el nuevo solo le va a servir para sentirse objeto de burla.
Sus compañero le hacen una fiesta al nuevo Capote lo que hace que Akaki quede descolocado, no sabe sostener la situación, no sabe comportarse.
Pero todo esto desaparece cuando le roban el capote e intenta recuperarlo, ya nadie repara en Akaki incluso cuando muere.
Gógol resucita al personaje para que atormentar a los peterburgueses, para pedirles sus capotes.
Muy bien representado en las ilustraciones del libro de la editorial » Nordica libros «ilustrado por Noemi Villamuza.
Así adquiere el relato un tono fantástico, una manera de eludir a la censura de la época ya que a través de lo fantástico hace justicia.
Es un delicioso relato donde la ironía y la tragedia se dan la mano.
Gógol nos muestra situaciones que podrían ser de hoy en día, cambiar a la sociedad es un lento proceso.